El espectador en Petit Comité
CREMATORIO, LA SERIE QUE DEBERÍAS HABER VISTO
El año pasado se estrenó en Canal + una de las mejores series que se han hecho en este santo país. A priori la calidad del producto estaba asegurada: una buena producción basada en un libro que tuvo cierta repercusión, un gran eleco de actores y un guión y dirección en manos de los hermanos Sánchez Cabezudo. Después llegaron los premios, como el de la crítica en el FesTVal de Vitoria o el de mejor serie en el Ondas, y el reconocimiento de todo telespectador que puso los ojos en ella. Pero la repercusión social de la serie no quedó a la altura de su extraordinaria calidad y valentía.
Crematorio es la historia de una familia y de un país: los Bertomeu y España. El protagonista, el patriarca de la familia, es un fantástico Pepe Sancho, cuya sóla actuación justificaría el visionado de los ocho capítulos. Rubén Bertomeu es un poderoso constructor originario de la ficticia ciudad de Misent, cualquier pueblo de la Comunitat Valenciana crecido al albor de la burbuja inmobiliaria, que llega a la cima gracias a una personalidad arrolladora, un instinto sagaz para los negocios y un universo moral propio que deja al margen la ley y la decencia para alcanzar sus objetivos. Ayudado por su falta de escrúpulos y los favores recompensados de políticos y matones rusos consigue crear un imperio de cemento gracias a esas segundas viviendas que, tal y como nos prometieron, no harían más que subir su valor año a año haciéndonos ricos a todos (sic) pero particularmente a unos pocos. La versión patria de un Vito Corleone levantino. Una tragedia familiar como excusa para contar lo podrido que estaba nuestro modelo de crecimiento. O viceversa.
La historia arranca con la muerte del hermano pequeño de Rubén Bertomeu y desde el primer momento conocemos los problemas de una familia donde la falta de comunicación y el cinismo es el pan nuestro de cada día. Primera virtud de la obra: conocemos los entresijos sentimentales y morales de los personajes gracias a sus actos y silencios, no gracias a sus gritos y subrayados innecesarios e insultantes a la inteligencia del espectador que son tan dados en el resto de la ficción española. A partir de ahí nos enteraremos de quiénes le ayudaron a llegar a la cúspide y lo mantuvieron. Pero un suceso lo cambiará todo. El estúpido sentimentalismo de uno de sus hombres por una fulana abrirá la caja de Pandora y el constructor verá cómo su mundo se derrumba ante él cuando creía que lo tenía todo atado y bien atado. Curiosamente la serie se estrenó en 2008, el año de inicio de la crisis, y ya anunciaba sin quererlo el descenso a los infiernos de un tipo de vida: la de la riqueza cimentada sobre el cemento y la corrupción. El desmoronamiento de los Bertomeu es el de la Comunitat Valenciana, el de España entera.
Lo importante es que por fin la ficción española se atreve a contar
pormenorizadamente cómo funciona la corrupción en un país que se ha
desarrollado no a pesar de ella sino gracias a ella. Así,
el reclamo de la serie revela el pecado (¿venial?) del resto de
producciones. ¿Cómo es posible que no se hagan más obras sobre
corrupción es una nación esencialmente corrupta como España? Aunque sólo
fuera porque es un tema especialmente dramático no deberían faltar. Sin
embargo para eso es necesario inteligencia, madurez y talento de
verdad. No confundir con la picaresca, puerilidad y vanidad de la
mayoría de directores españoles. Para evitar confusiones y dejar clara
la diferencia entre un trabajo bien hecho y uno que lo parece están los
hermanos Sánchez Cabezudo, Jorge y Alberto. Guionistas ambos, director el primero. El director debutó en el cine con "La noche de los girasoles" que pasó sin pena ni gloria por las salas y fue injustamente olvidada en los grandes premios. Que a este hombre le esté costando embarcarse en su segundo largo justifica cualquier recorte presupuestario al cine español.
En fin Crematorio sólo es recomendable a los que le gusta el buen cine por fascísculos de la televisión, un buen director, unos actores en gracia, un guión sobrio y temáticas inusuales pero imprescindibles. Si todavía no la has visto, ya deberías haberlo hecho.
Luis G. Vicente
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